miércoles, 19 de mayo de 2010

La metrópoli cerebral




Últimamente -a eso de un par de siglos- ha sido aplaudido por todos nosotros eso de la inteligencia. Es bien visto que se tomen decisiones razonadas, que los proyectos deban ser planeados y organizados (el 1.2.3 de lograr objetivos), tenemos respeto por las personas que utilizan lenguaje rebuscado y dominguero, aplaudimos como los edificios son inteligentes, las computadoras, los celulares. No cabe duda que la inteligencia es una virtud ovacionada. La cosa es que nos hemos preocupado tanto por ser listos, por vernos listos, que olvidamos que también sentimos. Tenemos como resultado sociedades en donde reprimimos nuestros sentimientos en este afán de anteponer la razón; y de repente vivimos con estrés, tics nerviosos, adictos al café, colitis nerviosas, gastritis y todas esas bonitas cosas que le llegan a la panza (que al parecer es un órgano más afectivo que el corazón); el cuerpo no aguanta, y de alguna forma debe pedir auxilio. Por más hermético que quiera ser uno, no podemos dejar de lado el componente afectivo que siempre está presente en nuestra cotidianeidad, simplemente por que nuestros pensamientos son afectivos, y pues es bien sabido que eso de dejar de pensar esta difícil.


Pensar, no es lo mismo que ser inteligente, al menos no en este escenario social. Ser inteligente parece que se reduce a decir y hacer cosas inteligentes y cuando uno piensa también puede pensar boberías, irrelevancias. El pensamiento puede ser técnico y rígido, como el de las computadoras, pero es más afectivo, por que el pensamiento a diferencia de la inteligencia no le importa ser astuto, mas bien lo que le importa es interesarse en algo o alguien. Ese es el pensamiento de nuestras sociedades, el que se interesa por cosas, como el futbol (que creo que es mas lindo escribirlo sin acento, ya que en México casi nadie lo pronuncia) En estos días mundialistas hemos visto como el país entero ha pensado en el futbol y ha modificado su rutina en torno a él, incluso algunos afirman que durante éste periodo la productividad del país caería un 20%, cosa que si analizamos, no suena muy inteligente de nuestra parte, pero si le preguntamos a cualquier tipo en la calle, tiene tooooodo el sentido que aceptemos el trato no dicho entre nosotros: "¡al diablo el trabajo, viva el Fut!"


Por fortuna o desfortuna las personas pensamos y gracias a ese pensamiento le damos atributos afectivos a las cosas, como cuando uno se disculpa con el refri, o con la estufa, por haber dicho tal o cual cosa, cuando piensa que la computadora se "volvió loca" o que el coche es como un hijo. Las sociedades piensan por que sienten. El sentir nos permite ver totalidades, no segmentos, nos sitúa en un tiempo y un espacio en donde solamente fluye el acontecer de forma continua, produciendo y negando formas que están conectadas, no que están separadas, para separar está la inteligencia. Piense cuando nos encontramos tristes no somos tristes a ratitos, el sentimiento abarca, nos secuestra, y tooooodo parece muy triste, o cuando uno se enamora, que de repente tooooodo se enfoca en la cosa que ama, o cuando uno tiene dolor de panza, parece que tooooodo lo que está alrededor está regulado por ese sentir.


La inteligencia en contraste, fragmenta, por que cree que es mejor abordar los fenómenos por partes y no es práctico ni eficaz ver las cosas en su totalidad, como las empresas en donde todos tienen una tarea bien establecida para que funcione; la inteligencia nos ha llevado a especializarnos cada vez mas en áreas particulares, a hacernos cada vez mas "chingones" en lo nuestro. Especializarnos en ciertas funcionalidades, desde criar hijos hasta hacer dinero como el Carlitos Slim. La inteligencia segmenta la realidad en tareas separadas, que constituyen un trabajo total.


Sentir, pensar abre los conductos al proceso cultural, nos permite encontrar el sentido que le damos a la vida. Culturalmente el sentido que tenemos de la vida en las metrópolis es trabajar, para tener dinero, no para hacer cosas, si no para tener maaaas dinero, pero si abrimos nuestra percepción y comenzamos a sentir a nuestro alrededor, tal vez comencemos a preguntarnos ¿qué sentido tiene nuestra existencia en la vida? ¿en qué realmente nos interesamos? sé que no suena muy atractiva la reflexión, pero al menos no actuaríamos como maquinitas y priorizariamos nuestros sentimientos, antes de reprimirlos. Parece que eso en este momento en nuestra metrópoli cerebral, no lo estamos haciendo.

martes, 11 de mayo de 2010

La vie


De todas las analogías que se puedan hacer de la vida, la que más me gusta es: la vida es como una montaña rusa (fue difícil elegir, por que con el ritmo de Jhonny Laboriel con "la vida es un tómbola" y la sinceridad de Homero Simpson con "la vida es como una naranja" la contienda estuvo reñida); y es que emocionalmente describe perfectamente como en la vida tenemos momentos en donde estamos arriba, felices, con emoción, sintiendo y sintiendo cosas en la panza, con ganas de vivir, de arriesgarse; por que la vida no está hecha de cosas medibles, ni conductas, ni quehaceres, ni objetivos, si no de puritito sentimiento; de ahí que en el TOP de todos los tiempos de "cosas que dan sentido a la vida" este el amor ( a los hijos, a su gato, perro, pareja, padres, chambas, etc) y Dios, que es una entidad totalmente sentimental, vivimos por que sentimos, el que no siente esta muerto -literalmente-, tan cierto es que hasta el soudntrack cotidiano está lleno de rolas que nos hablan de ello, de los sentimientos, rolas cuyo tópico se puede resumir en: "sin tí no vale la pena vivir" en el micro, en el metro, en la ducha, en el coche, en la ofinica, etc, que nos recuerdan todo el tiempo que a esto de lo sentimental lo hace uno "sentir vivo ou-oh-oh-oh-óh!".


Y es que es re-sabroso estar viviendo con la piel chinita, con sentimientos a flor de piel, con hoyos en la panza o mariposas en el estómago, a veces uno es tan distraído que ordinariamente no se da cuenta de los momentos en que está siendo feliz, la iluminación llega después, generalmente cuando ya estamos en la lejanía y decimos: "estuvo bien chido, me la pasé increíble, fue la onda, que se repita" y gracias a los sistemas estos del cerebro que siempre nos hace paros en los momentos adecuados, nuestra memoria hace lo suyo atesorando esas imágenes, colocando los sucesos en la categoría: "como olvidar cuando..." Y es que estamos tan mal acostumbrados a pensar que la felicidad está en el futuro, que trabajamos para llegar a ella, como si fuera el objetivo, y no nos damos cuenta que en el camino de la vida nos toca unas cuantas veces, tal vez al día, a la semana; parece que estamos tan metidos en nuestros asuntos "importantes" que hasta la felicidad pasa inadvetida. La felicidad no es eterna, es efímera e intermitente, como aquellos momentos en donde estamos arriba en la montaña rusa, esperando ávidos la picada con "susto pero con gusto" -parafraseando a la filósofa latinoamericana, de corte totalmente existencialista ¡Ana Barbara!, hay que juntar firmas para que: "me asusta pero me gusta" sea su epitafio ¿no? yo sé que por acá pasa mucho fan-.


Ni modo, inevitablemente uno tiene que ver y vivir la picada, los diversos tipos de situaciones a los que se puede enfrentar un ser humano, que puede estar preparado o no para desafiarlas, que nos hacen estar de un momento a otro en una agraciada horizontal, en una estabilidad, o nos lleva a estar abajo en la montaña, deseando volver arriba, que no necesariamente es malo, si no que la misma distancia que del suelo a las alturas, provoca cambios . Sí, la realidad adopta formas confusas, incluso amorfas, oscuras, tristes, que provoca que uno se sienta de la mismisima fruta! pero reta a nuestra creatividad a salir de ese estado, buscando formas de emerger de ella, a través de un motor que no es mas que otro sentimiento: la melancolía, que nos ubica en el escenario adecuado para revolcarnos en nuestros lodos y mierdas y nos facilita las herramientas para descubrir verdades, nuevas ideas, conocimientos, todo con la finalidad de evitar seguir sintiéndonos absurdos y cual ave fenix resurgir de nuestras cenizas para subir de nuevo y volver a caer, en picada.


¿Qué sentido tiene estar en esta montaña? ¿qué sentido tiene estar arriba para luego caer? ¿qué sentido tiene la vida? Soy una insolente por plantearmelo y mas aún por aventurarme a dar una respuesta. A mi me queda claro que la razón por la que me levanto cada mañana para vivirle es por que en la realidad hay cosas que me interesan, la familia, los amigos, mi perro, libros, peliculas, que el cielo este nublado, que esté soleado, la chamba, las notas del periódico, escribir mi blog, la conversación, los espejos, los chistes y cualquier tipo de cosa que se pueda imaginar, la realidad debe ser interesante, si no me interesa nada ¿valdrá la pena vivir? lo dejo a su criterio.


Por el momento me encuentro abajo o ando en picada o no sé si ya llegué, supongo que el tiempo dirá, yo soy paciente y sigo esperando.Tengo tanta fe en qué lo que expongo aquí es cierto, que estoy convencida que algo cambiará y que encontraré la forma de sentirme mejor, por que finalmente si la vida es como una puta montaña rusa, eventualmente estaré escribiendo desde arriba...así que mas me vale tener razón.

miércoles, 5 de mayo de 2010

El mirror


¡Levante la mano el que NO tenga un espejo en su hogar!... ¿No?.... ¿Nadie? Fíjese namás. Contar con un espejo es tan básico como tener un retrete en nuestras vidas. El espejo cumple las reglas tanto físicas como psicológicas de la reflexión; al parecer todos los seres humanos necesitamos reflexionar al menos cada mañana en nuestras vidas, necesitamos vernos, reflejarnos, reconocernos.

Y no solo hacemos está bonita tarea frente al espejo, no conforme con tener uno en nuestra casa, también andamos reflejándonos en cada cosa que se nos pone enfrente (léase personas u objetos). Cada que establecemos una relación con alguien o algo -y me refiero desde pagarle al señor amable del micro, hasta la mermelada que elegimos para nuestros panes tostados- estamos llevando a cabo interacciones, reflexión; como quien dice nos andamos reconociendo a diestra y siniestra, establecemos nuestras relaciones con objetos como con las personas basándonos en este reconocimiento. Si yo no veo nada que me identifique en una persona o cosa pues no le voy a poner mucho interés que digamos, así es como uno se hace de amigos y de ciertos productos, a través de la identificación. Nuestra personalidad está dictada por estas relaciones, si yo conozco a alguien que tenga increíbles ideas, pues voy a adoptarlas -Sandra es la onda, eso de la reflexión y los espejos si se la compro- y si no, pues las voy a desechar pero también tomaré una postura al respecto -Pinche Sandra loca, espejos y reflexión hueva, hueva!-. Nuestra forma de vestir, nuestra manera de hablar, nuestros gestos, las palabras que utilizamos, nuestras ideas, lo que somos, son producto de estas interacciones, de estas reflexiones que llevamos a cabo en los espejos que la realidad nos ofrece. Entre mas uno se va reflejando en espejos de todos tipos: personas, lugares, cosas, situaciones, conversaciones, lecturas, ideas y un gigante etcétera pues uno tiene mas chance de explorarse a si mismo a través de la reflexión.

Y es que esa necesidad de reconocernos es taaaaaan vital para el ser humano, que necesitamos comunicarlo, como si uno le estuviera diciendo al mundo: ¡Mira! !Mira! ¡Estoy vivo! ya lo dice Javier Marias: "No soportamos que nuestros allegados no estén al corriente de nuestras penas, no soportamos que nos sigan creyendo más o menos felices si de pronto ya no lo somos, hay cuatro o cinco personas en la vida de cada uno que deben estar enteradas de cuanto nos ocurre al instante (...) que nos crean vivos si nos hemos muerto". El lenguaje es una de las formas de estar llevando a cabo la reflexión, la conversación, por que como bien lo dice Marías uno tiene la necesidad de poner al tanto al otro de nuestras vidas, por que cuando uno tiene enfrente alguien para charlar de su existencia y comienza hablar de lo que paso en el día, de como le fue en el trabajo, del chiste que le hizo reir, de la ñora del metro que aventó su bolso estando fuera, de la tristeza, felicidad, amor que le provocó tal o cual cosa, no hacemos más que pronunciar lo que tal vez en ese momento ni uno sabía, por que cuando nos narramos de paso uno se está enterando de lo que uno mismo dice, reflejándonos en nosotros mismos. Incluso cuando uno piensa, existe un monólogo, que no es mas que una forma mas de conversar, pero con uno mismo, con el ser social que se ha creado através de estas interacciones espejiles que tenemos a lo largo de nuestra vida, si lo social no es externo amigos, esta bien dentro, cuando uno se ve al espejo cada mañana, lo que ve no es un individuo, si no un ser social. El individuo es sociedad.